A temprana hora de la mañana, una mostolilla merodea al pie de una sebe en la que destacan algunos fresnos de gran porte. De súbito, se encarama a uno de ellos, primero trepando por una rama tronchada que llega al suelo y luego inspeccionando los recovecos del árbol hasta una altura de cinco metros. Mientras, se ve acosada por tres mirlos (Turdus merula) y un zorzal común (Turdus philomelos) que revolotean a su lado y lanzan con insistencia reclamos de alarma. Finalmente, la mostolilla desciende por el tronco hasta que, a falta de dos metros, se deja caer y ya en el prado pega varios brincos y se pierde en la sebe.
Esta observación sucedió en el año 2005, a mediados de julio, en el valle leonés del río Torío, donde los lugareños llaman sebes a los setos vivos que circundan los prados y mostolillas a los armiños (Mustela erminea). La biología y ecología de este mustélido se han investigado con cierta exhaustividad en lugares de Gran Bretaña, Europa central, Escandinavia, Rusia, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelanda (1, 2), pero poco se sabe de los armiños ibéricos, aparte de su distribución y hábitat (3, 4).
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