Ahora que tanto se habla de la conservación del mar, con el objetivo de proteger hasta el 30% de su superficie, conviene echar la vista atrás para descubrir que la explotación de los recursos marinos es antigua, que hay indicios de sobrepesca y destrucción de hábitats desde hace siglos y que la mayoría de las regulaciones para evitarlos han fracasado, aunque unas pocas hayan tenido éxito.
Por Juan Jiménez
Para analizar el sector pesquero tendremos que retroceder hasta el siglo XVIII, cuando empiezan a analizarse las capturas y sus efectos en España. Nos centraremos en un arte de pesca, el arrastre, y en una pesquería, la del atún rojo, con el fin de describir su desarrollo histórico y ver si así aprendemos alguna lección. Las paulatinas mejoras en los artes de pesca en siglos anteriores experimentan un salto cualitativo y cuantitativo a lo largo del XVIII, incentivados por la sobreexplotación de los recursos marinos más próximos a la costa y por el aumento de la demanda de una población en crecimiento. Para entender este salto hay que recordar la visión estratégica del mar de los primeros Borbones, empeñados en construir una gran flota para mantener las comunicaciones y el comercio con los territorios de ultramar, y también para defender esos territorios ante la pujante armada británica.
La necesidad de asegurar madera para construir barcos hace que buena parte de los montes españoles pasen a ser gestionados por la Marina. Pero para contar con una flota en condiciones no sólo hacen falta barcos, sino también tripulantes. Para asegurarlos, el marqués de La Ensenada, en 1748, crea la Matrícula del Mar, por la que los marineros enrolados en la flota pesquera, a cambio de algunos privilegios, estaban obligados a embarcarse en los navíos de la Armada en caso de necesidad. De esta manera, sin el coste de contar con marinería permanente, se aseguraba la disponibilidad de gente bregada en el mar en caso de conflicto. Por extraño que parezca, ese atavismo de la Armada metida en asuntos pesqueros se mantuvo hasta finales del siglo XX. De hecho, recuerdo bien que para conseguir que los pescadores respetaran la regulación pesquera de la Reserva Marina de las islas Columbretes en 1990, el interlocutor con autoridad para hacerlo era el Comandante de Marina de Castellón.
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Tras cuarenta años dedicado a la conservación de la naturaleza, fundamentalmente desde la Generalitat Valenciana, Juan Jiménez Pérez se ha retirado y ahora se dedica a estudiar y escribir sobre la relación histórica entre nuestra especie y todas las demás con las que convive, desde hace milenios, en la Península Ibérica. Este artículo es un avance de una monografía sobre el asunto actualmente en preparación.
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