Félix Rodríguez de la Fuente no escribió diarios que permitan atisbar sus primeros pasos como defensor de la naturaleza. Pero un fajo de cartas, inédito hasta ahora, escritas entre 1956 y 1971 al ornitólogo y cetrero francés Jean François Terrasse, nos permite suplir esa laguna con la ventaja añadida de ser anteriores al éxito que luego alcanzó. Sorprende detectar cómo intuía que sus proyectos provocarían cambios decisivos en la sociedad española.
“Parte de mi mismo palpita en las publicaciones y en todas las aportaciones a la inmensa, eterna y propicia Madre Naturaleza que nos ha engendrado y espera nuestro retorno a su seno”, escribía Félix a su amigo Terrasse en octubre de 1967. Esa capacidad de transmitir la pasión que sentía por la vida fue una de las claves de su éxito.
Los españoles percibimos desde el primer día que aquel hombre era distinto. El propio Félix era consciente de la trascendencia de su labor. En la correspondencia con Terrasse comenta las principales etapas e iniciativas que le llevaron a propiciar un cambio de mentalidad y convertir la España arcaica y rural en una sociedad ecológicamente concienciada.
Además de esa preciosa correspondencia guardada celosamente por los hermanos Jean François y Michel Terrasse, me cabe la dicha de presentar también otra continuación del legado de Félix, la fundación que lleva su nombre, dirigida por Odile Rodríguez de la Fuente, que tenía siete años cuando murió su padre (
www.felixrodriguezdelafuente.com).