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El instinto y la selección de pareja entre los humanos

Por Manuel Soler

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El instinto y la selección de pareja entre los humanos
Por una vez, abordamos al ser humano como una especie más del reino animal. Un reciente libro del autor, del que se ha extraído el presente artículo, ofrece un enfoque científico y desapasionado sobre nuestro comportamiento y sitúa al hombre en el puesto que le corresponde dentro de los primates. El cortejo y la selección de pareja ofrecen buenos ejemplos de nuestra soterrada condición animal.

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Los profesionales que se dedican a estudiar el comportamiento humano (antropólogos, psicólogos, psiquiatras, sociólogos y filósofos, entre otros) han negado tradicionalmente que pueda abordarse desde un punto de vista biológico o evolutivo, argumentando que son los animales los que tienen instintos, mientras que nuestra especie carece de ellos. Desde esta perspectiva, la cultura, la inteligencia y la conciencia nos han liberado de los instintos y, por lo tanto, de las presiones evolutivas. Sin embargo, si nos atenemos a las características biológicas, sólo somos una especie de mamífero encuadrada en el grupo de los primates.

La negativa a que el comportamiento humano sea estudiado desde el punto de vista evolutivo está totalmente injustificada. Es cierto que somos una especie distinta a las demás, pero ¡todas las especies son únicas! La principal diferencia estriba en que tenemos un cerebro muy grande (el triple de lo que correspondería a un primate de nuestro tamaño) que nos ha dotado de unas elevadas capacidades cognitivas y ha favorecido el desarrollo de una serie de herramientas y tecnologías con las que hemos dominado el planeta (1). Sin embargo, también es cierto que entre nosotros y los animales hay muchas similitudes claras y patentes (2). De hecho, los últimos descubrimientos después de la secuenciación del genoma humano indican, no sólo que somos animales, sino que además somos muy parecidos a nuestro pariente más próximo, el chimpancé (3). La estructura y la composición de nuestro cerebro no son diferentes a las de otras especies de mamíferos y primates. Hoy en día está totalmente demostrado que las bases de la conducta humana no son distintas a las del resto de los animales. Es cierto que somos diferentes, pero no porque la inteligencia nos haya liberado de nuestros instintos –como han defendido los filósofos a lo largo de la historia– sino porque nos permite rebelarnos contra ellos (4).

Por supuesto, es cierto que somos la especie animal más inteligente, pero durante las dos últimas décadas se ha venido demostrando que muchas de las habilidades cognitivas que se creían exclusivas del ser humano se dan también, aunque a una escala más reducida, en otras especies. Facultades como la resolución de problemas nuevos, la utilización (incluso la fabricación) de herramientas, la transmisión cultural de conocimientos o la posibilidad de planificar el futuro también han sido descritas en algunos animales (4). Pero incluso otras capacidades consideradas más elevadas y sublimes, como la conciencia, la autoconciencia, las emociones básicas y el sentido de la justicia, se han encontrado, no sólo entre los primates o los delfines, sino incluso en ciertas aves (4). Los conocimientos actuales dan la razón a Darwin cuando defendía la existencia de una continuidad entre la mente humana y la del resto de los primates (5).

La Ecología del Comportamiento, la ciencia que estudia la conducta animal desde un punto de vista evolutivo (sin perder de vista ni la Ecología ni la Genética), es una de las disciplinas científicas que más ha avanzado en las últimas décadas. La aplicación del enfoque evolutivo al estudio de los seres humanos por parte de psicólogos evolucionistas y ecólogos del comportamiento ha aportado un aluvión de ideas que están contribuyendo de manera decisiva a que nos conozcamos mejor a nosotros mismos (4, 6). Temas como la búsqueda de pareja y el enamoramiento, el conflicto dentro de la pareja, el cuidado de los hijos, las relaciones sociales, los comportamientos altruistas y tantos otros se benefician de explicaciones más lógicas cuando se enfocan desde el punto de vista evolutivo. La selección de pareja puede ser una buena muestra de esta afirmación. Pero, antes de hablar de cómo funciona en humanos, vamos a comentar brevemente qué nos dice la Ecología del Comportamiento sobre la selección de pareja entre los animales en general.
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