El nido es un elemento esencial en la biología de las aves. Aunque la mayoría son probablemente estructuras con una vida útil breve, algunas aves rapaces parecen construir nidos de una durabilidad extrema. Así, dataciones mediante carbono-14 de nidos de halcón gerifalte (Falco rusticolus) localizados en lugares remotos de Groenlandia han mostrado una reutilización de los mismos por períodos de hasta 2.700 años. Los huesos de halcón peregrino (Falco peregrinus) encontrados en la cueva de una isla junto a Tasmania han desvelado un similar uso milenario por parte de las aves (1).
El aislamiento de los lugares donde se situaban estos nidos favoreció su reutilización durante períodos de tiempo muy prolongados. Sin embargo, grandes rapaces depredadoras como el águila real (Aquila chrysaetos) requieren, acorde a su tamaño y ecología, áreas vitales de inmensa extensión en las que establecer territorios de caza y construir sus nidos, grandes plataformas de ramas situadas casi siempre en cortados rocosos.
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