Por Sandra Goded
Tristemente, 2020 será recordado como el año en el que un virus paró el mundo entero y se llevó miles de vidas. En estos tiempos, existe una lluvia de noticias sobre las posibles causas y consecuencias de la actual situación pero, desgraciadamente, muchas de ellas se divulgan demasiado a la ligera o, peor aún, conllevan conclusiones erróneas que pueden resultar sumamente peligrosas tanto para nosotros como para la naturaleza.
Murciélagos y pangolines, señalados sin pruebas
Todos hemos escuchado que probablemente el actual coronavirus proviene de los murciélagos, concretamente de una especie, el murciélago de herradura (Rhinolophus affinis). Sin embargo, a pesar de que ya se haya dado por hecho y difundido abiertamente, no existen todavía suficientes evidencias que confirmen dicha relación (http://secemu.org/nota-actualizada-sobre-la-relacion-de-los-murcielagos-con-el-brote-del-coronavirus-19/).
Asimismo, se ha postulado que una especie de pangolín, el pangolín malayo (Manis javanica), puede haber sido el hospedador intermediario por el cual el virus se ha transmitido a humanos (Lam et al., 2020). Estas hipótesis, que deberían haber devenido en que reflexionemos sobre los graves riesgos que conlleva el comercio de especies y pongamos nuestras energías en frenar eficazmente dicho comercio, han dado lugar, sin embargo, a erróneas y peligrosas conclusiones en las que se señala a estas especies como culpables de la actual situación. Sin embargo, en estos meses muy pocas veces se ha escuchado que, si realmente la actual pandemia empezó mediante una transmisión del virus entre murciélagos-pangolines-humanos (u otra especie silvestre), la causa no son estas especies en sí, sino nuestro comportamiento ante ellas y ante su hábitat.
Los murciélagos, el segundo grupo de mamíferos más diverso, son generalmente especies ligadas al bosque y las cuevas. Sin embargo, a causa de la deforestación y el crecimiento demográfico humano, un cada vez mayor número de especies son cazadas y consumidas por personas (Nabi et al., 2020). La reducción de sus poblaciones podría tener consecuencias nefastas para la proliferación de enfermedades transmitidas por insectos, ya que dos tercios de las especies de murciélagos son exclusivamente insectívoras. Los pangolines, pequeños mamíferos escamados de origen africano y asiático, constituyen las especies animales más ilegalmente comerciadas del mundo (https://www.nationalgeographic.com/animals/2020/02/pangolin-scale-trade-shipments-growing/). Varias especies están en peligro de extinción por causa de la caza para consumo de su carne o utilización de las escamas en medicina tradicional asiática (más de un millón de pangolines fueron asesinados y comercializados en la última década para consumo).
Más biodiviversidad contra las pandemias
Lo que ahora ocurre no es nuevo. Hace muy poco, la proliferación de otros virus como el del sida o el del ébola fue relacionada con el consumo directo de especies silvestres, sobre todo primates, antílopes o murciélagos (https://www.independent.co.uk/life-style/health-and-families/health-news/african-monkey-meat-that-could-be-behind-the-next-hiv-7786152.html). Asimismo, está comprobado que la deforestación aumenta considerablemente las posibilidades de surgimiento de dichas epidemias (Olivero et al., 2017), debido a la facilidad de acercamiento y caza de especies silvestres después de la destrucción de su hábitat. A pesar de ello, la deforestación tanto legal como ilegal en países tropicales sigue aumentando a un ritmo vertiginoso (en Ghana, por ejemplo, más del 80% del bosque tropical primario ha desaparecido, principalmente de forma ilegal (Arcilla et al., 2018). Desgraciadamente, parece que no aprendimos nada de estas experiencias.
La pregunta clave ahora es, haya sido el consumo de murciélagos y pangolines (o cualquier otra especie silvestre) la causa de la actual pandemia o no, la situación actual nos debería hacer reflexionar sobre cómo nos comportamos con la naturaleza, y empujar a enfocar nuestras energías como sociedad en frenar su destrucción. Frenar el comercio de especies silvestres y conservar los bosques a nivel mundial son las mejores herramientas que disponemos para evitar futuras pandemias (Chakraborty & Maity, 2020). Si no lo hacemos pensando en las múltiples especies afectadas, quizá, lo hagamos pensando en nosotros.
Bibliografía:
Arcilla, N.; Holbech, L. H. y O’Donnell, S. (2015). Severe declines of understory birds follow illegal logging in Upper Guinea forests of Ghana, West Africa. Biological Conservation, 188, 41-49.
Chakraborty, I. y Maity, P. (2020). COVID-19 outbreak: Migration, effects on society, global environment and prevention. Science of The Total Environment, 138882.
Lam, T. T. Y. y otros autores (2020). Identifying SARS-CoV-2 related coronaviruses in Malayan pangolins. Nature, 1-6.
Nabi, G. y otros autores (2020). Preventing bat-born viral outbreaks in future using ecological interventions. Environmental Research.
Olivero, J. y otros autores (2017). Recent loss of closed forests is associated with Ebola virus disease outbreaks. Scientific reports, 7(1), 1-9.
https://www.independent.co.uk/life-style/health-and-families/health-news/african-monkey-meat-that-could-be-behind-the-next-hiv-7786152.html (Accedida el 01/05/2020).
http://secemu.org/nota-actualizada-sobre-la-relacion-de-los-murcielagos-con-el-brote-del-coronavirus-19/ (Accedida el 01/05/2020).
https://www.nationalgeographic.com/animals/2020/02/pangolin-scale-trade-shipments-growing/ (Accedida el 01/05/2020).
Autora: Sandra Goded es doctora en Biología por la Universidad de Santiago de Compostela. Su principal interés es la conservación de la biodiversidad, con proyectos de conservación de aves, mamíferos y bosques en Europa, Norte América y África. Es fundadora de la asociación Quercus Sonora, dedicada a la protección de los bosques autóctonos atlánticos y su fauna. Además, trabaja en la ONG International Bird Conservation Partnership (IBCP).