Por Pedro Sáez-Gómez y Carlos Camacho
Los seres humanos tendemos a clasificar y nombrar todo aquello que nos rodea con el fin de alcanzar un mejor entendimiento y comprensión de nuestro entorno. Los científicos no son en absoluto ajenos a esta práctica y con frecuencia asignan nombres propios a determinados sujetos de estudio que, por un motivo u otro, son especialmente relevantes para sus investigaciones.
Desde 2009, desarrollamos en el Espacio Natural de Doñana (Huelva) un proyecto de investigación centrado en una de las especies de aves menos conocidas de Europa, el chotacabras cuellirrojo (Caprimulgus ruficollis). Durante estos años hemos abordado diferentes aspectos de la historia natural de esta ave, insectívora y nocturna, hasta entonces desconocidos (1). Con el fin de ampliar lo que sabemos de tan enigmática especie hemos equipado a algunos individuos con diferentes dispositivos electrónicos de pequeño tamaño que aportan información sobre su localización y actividad: radioemisores, GPS, geolocalizadores y acelerómetros que apenas representan un 2% de su peso corporal. También hemos controlado algunos nidos mediante cámaras de foto-trampeo.
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