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La hora del recreo

domingo 30 de mayo de 2021, 20:57h
Llega el buen tiempo y llevamos muchos meses encerrados en casa. Por otro lado, la pandemia de coronavirus parece encauzarse gracias a la vacunación masiva. El Estado de Alarma decayó a comienzos de mayo y la consecuencia inevitable de todo eso ha sido un ansia muy comprensible de abandonar refugios y recuperar la alegría de vivir al aire libre. Algo parecido a lo que ocurre cuando se abren las puertas de un colegio a la hora del recreo.

La avalancha no se ha hecho esperar y seguramente es más llamativa en las grandes aglomeraciones urbanas y su entorno inmediato. Un buen ejemplo de este fenómeno es la masificación del suroeste madrileño detectada y denunciada por el Grupo para la Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa): vehículos aparcados en cualquier camino, contenedores de basura a rebosar y cientos de personas concentradas en este y otros muchos espacios naturales protegidos de la Comunidad de Madrid. Grefa teme, en concreto, por las parejas nidificantes de águila imperial y perdicera que se encuentran en plena temporada de cría. Pero eso sería solamente la punta del iceberg, lo más llamativo. Otras ONG, encabezadas por AEMS-Ríos con Vida, han lanzado un mensaje de lo más preocupante: la trucha común (Salmo trutta), nuestra trucha autóctona, ha desaparecido del río Cofio y su afluente el Aceña, que discurren precisamente por esa zona agreste y bien conservada del occidente madrileño (págs. 44-45).

Sin abandonar la Comunidad de Madrid, nada menos que 16 colectivos conservacionistas han solicitado que se aplace el conocido Cross de los Tres Refugios, programado para el 23 de mayo en una zona sensible del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Al cierre de este número de la revista aún no se sabía con qué resultado, pero hay que tener en cuenta las fechas y que no se pide su prohibición, sino un simple traslado a otro fin de semana menos nocivo para la fauna reproductora. Seguro que movimientos de masas similares, tanto espontáneos como organizados, se están repitiendo en las diecisiete comunidades autónomas del Estado Español. Una vez más, no cabe sino reclamar sensatez a la ciudadanía y que las administraciones públicas gestionen con criterios ambientales, y no sólo sociales o sanitarios, una reacción comprensible pero que puede tener importantes consecuencias tanto para el entorno natural como para aquellas personas que necesitan sacudirse el confinamiento.

En medio de semejante pandemónium, WWF-España ha hecho público un informe que podría contribuir a equilibrar, y mucho, algunos de los perjuicios antes enunciados. Según esta veterana ONG hay unos 17.000 kilómetros de ríos que permanecen cortados por barreras artificiales ya en desuso y que podrían derribarse sin mayores problemas, lo que devolvería una parte de la naturalidad perdida a muchas de nuestras cuencas fluviales. Este empeño de derribar presas y azudes no es nuevo. Ya lo propuso AEMS-Ríos con Vida y es una práctica habitual en otros países con cauces altamente regulados, caso de Estados Unidos. No sólo los usuarios, sino también las truchas y otros insignes componentes de la fauna fluvial, se verían beneficiados con estas obras de demolición, que mayoritariamente corresponderían a pequeñas infraestructuras hidráulicas inservibles. Una forma sencilla y no demasiado costosa de devolver a los ríos sus condiciones originales y restablecer unos procesos ecológicos que redundarían en beneficio de todos.
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