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Un festín de libros

martes 31 de enero de 2023, 12:21h
Lo primero que hice cuando me incorporé a la redacción de Quercus, allá por febrero de 1988, fue escribir reseñas de libros. Por aquel entonces teníamos la sospecha de que, cuando terminara de ponerme al día, sería cuestión de atender un ligero goteo de novedades mensuales. Poco más iba a dar de sí el mercado editorial en un tema tan específico y minoritario. Pero ¡qué va! Quizá sea una falsa impresión, pero yo diría que allí arrancó el auge de las guías de campo y los ensayos divulgativos, tanto propios como ajenos. No he parado ni un solo mes desde entonces y el ritmo de publicaciones está lejos de flojear. Más bien al contrario, han surgido nuevas editoriales muy activas, como, por citar solamente tres ejemplos, Tundra, Capitán Swing o Libros del Jata. Ya no hay que hacer pedidos al extranjero ni esperar mucho tiempo para tener versiones bien adaptadas y traducidas. Ahí está, sin ir más lejos, la recientísima tercera edición de la Guía de aves de Svensson, Mullarney y Zetterström que la veterana Omega se ha apresurado a poner en circulación. Acabo de reseñarla en la página 58 de este mismo número de la revista.

Nuestra propia librería, Linneo, ha seguido lógicamente una evolución paralela. En 1988 bastaba una estantería doméstica y una mínima infraestructura para gestionar los pedidos. Hoy el asunto se ha profesionalizado bastante y ya no es posible almacenar todos los títulos que tenemos en catálogo. Salvo, claro está, en la página web (www.librerialinneo.com), que también sirve de escaparate virtual. La logística ha seguido un desarrollo asimismo imparable, aunque prefiramos no echar demasiadas cuentas sobre su coste ambiental. Un dato al margen del transporte: el papel en general, y el papel prensa en particular, se ha puesto tan caro porque las revistas impresas están en decadencia, mientras que hay una fuerte demanda de cartón y embalajes. Todo el mundo compra a través del ordenador o el teléfono móvil y recibe los productos en la puerta de su casa.

El libro electrónico, tras un despegue entusiasta, se quedó estancado y nunca llegó a hacer demasiada sombra al mercado tradicional. Linneo no lo ofrece, aunque si existe y alguien lo pide, se le sirve. Yo reconozco no me he leído ni un solo libro electrónico y que tengo la casa llena de los otros. Desde siempre. La biblioteca paterna que heredé, centrada en otros temas, se ha visto así enriquecida con una sección muy bien provista de Historia Natural. Además, como ya he apuntado en otras ocasionas, no pocas secciones fijas de Quercus han terminado por convertirse en libros recopilatorios.

Todo esto me lleva a una reflexión final. Antes no había guías de campo, ni libros, ni siquiera revistas. Como tampoco había prismáticos, telescopios, comederos, cajas anidaderas ni cámaras de trampeo fotográfico. Hemos sido testigos de una auténtica revolución. Cabría esperar, por lo tanto, que nuestra sociedad haya avanzado en sensibilidad ambiental, como lo ha hecho en interés por invertir dinero en artículos con frecuencia caros y que no son de primerísima necesidad. Eso debería reflejarse en una naturaleza mejor conservada, pero me temo que ahí es donde se acaba el cuento de la lechera. Nunca hemos estado mejor formados e informados, ni tampoco se había alcanzado semejante grado de deterioro ambiental. He discutido mucho de esto con Alejandro Martínez-Abraín, que tiene una opinión más optimista. Pero a mí no termina de cuadrarme el balance.

Rafael Serra
Director de Quercus

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