Desde hace más de veinte años, un proyecto de conservación se centra en el águila coronada, también conocida como águila del Chaco, una de las aves rapaces más amenazadas del Neotrópico. Este trabajo de décadas comienza a traducirse en beneficios para una gran diversidad de especies propias de los ambientes semiáridos de Argentina.
Por José Hernán Sarasola, Beatriz Martínez-Miranzo y Diego Gallego-García
La gran variabilidad ambiental de Sudamérica se traduce también en una gran diversidad de aves rapaces, incluyendo algunas de las más icónicas de este grupo, como el águila harpía (Harpia harpyja) y el cóndor andino (Vultur gryphus).
Particularmente diverso es el grupo de las denominadas “águilas crestadas”, llamadas así por la singularidad de la cresta o copete que conforman las plumas de la nuca y cabeza.
La mayoría de estas especies se distribuye en regiones tropicales o subtropicales del continente, con un denominador común para la mayoría de ellas: un gran número están globalmente amenazadas y se cuenta con muy poca información sobre su ecología y los peligros a los que se enfrentan.
Una de estas especies es el águila coronada (Buteogallus coronatus), catalogada como “En peligro” en la Lista Roja de la UICN. Su distribución comprende la porción sur de Sudamérica, incluyendo centro-sur de Brasil, Bolivia y Paraguay, hasta el norte de la Patagonia en Argentina (se considera extinta en Uruguay desde 1930)
Además de su gran tamaño (puede llegar a pesar más de tres kilos y medio), su característico color gris cenizo y la llamativa cresta, es particularmente singular la vocalización que emite, que se asemeja a un lloro o lamento. Esto hace que los habitantes rurales del centro de Argentina la conozcan como “el águila que llora”.
Ilustre desconocida
Desde hace más de veinte años, científicos del Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces en Argentina (CECARA) trabajan con esta emblemática especie, en una labor hoy en día focalizada en el Proyecto Águila del Chaco.
Dicho proyecto se sustenta en varios pilares fundamentales: (1) la investigación de aspectos clave de la biología del águila coronada que aún son poco conocidos, mediante marcaje con GPS de pollos y seguimiento de nidos, entre otras técnicas; (2) la aplicación de medidas de mitigación de las principales amenazas y (3) actividades de difusión y sensibilización sobre el papel que esta especie cumple en el ecosistema y la importancia de su conservación, especialmente destinadas a la población rural.
La dieta del águila coronada se compone principlamente de serpientes, alguna de ellas venenosas como la yarará (Bothrops alternatus), en la imagen, y armadillos (foto: José Hernán Sarasola).
Pero a principios de siglo el águila coronada era una ilustre desconocida para la ornitología del Neotrópico. Por aquel entonces sólo se contaba con una somera descripción de sus nidos y poco más de un centenar de registros de campo, localizados mayormente en las regiones áridas y semiáridas de Argentina.
Poco se conocía entonces sobre aspectos básicos de la ecología de la especie, como su dieta, reproducción y comportamiento.
Primeros estudios
Los primeros registros de águilas coronadas muertas por disparos en el centro de la provincia argentina de La Pampa y las subsiguientes entrevistas con los pobladores locales permitieron confirmar un escenario de conflicto entre la especie y los habitantes de las zonas donde vive.
La interacción con los pobladores rurales facilitó el hallazgo de los primeros nidos activos en esa región, al tiempo que confirmó la creencia arraigada entre la comunidad rural de que el águila coronada era una especie que depredaba sobre ganado doméstico (ovejas y cabras).
Los estudios de dieta y el monitoreo de nidos mediante fototrampeo han demostrado que las águilas coronadas consumen una gran variedad de especies silvestres, principalmente armadillos y serpientes. Hasta el momento no se ha registrado consumo alguno de ganado doméstico por parte de esta especie.
Además de la persecución directa, las casi dos décadas de estudios y seguimiento de ejemplares permitieron identificar otros dos importantes factores de mortalidad para el águila coronada.
Casi un tercio de las muertes de individuos juveniles se vincula a la electrocución en tendidos eléctricos, mientras que otro tanto se debe al ahogamiento en tanques o reservorios de agua a cielo abierto típicamente asociados a la producción ganadera dominante en los ambientes áridos y semiáridos del centro y oeste de Argentina.
A la elevada mortalidad por factores antrópicos –se estima que el 70% de los mente a través de las actividades de sensibilización y educación destinadas a ganaderos y alumnos de escuelas rurales del centro de Argentina.
Miles de alumnos, maestros y trabajadores rurales han participado en estas acciones destinadas a difundir los resultados de los estudios sobre la dieta y reproducción de la especie que nos ocupa.
El resultado más evidente es que el águila coronada es actualmente reconocida como parte del patrijuveniles no llega a la edad adulta– se suma una particularidad intrínseca del águila coronada: pone un único huevo por temporada reproductora. Ambos factores se conjugan para poner a la especie en serio riesgo de extinción.
Del olvido a la acción
A diferencia de otras situaciones de conflicto existente entre actividades humanas y fauna silvestre, la persecución hacia el águila coronada ha sido reducida paulatinamente a través de las actividades de sensibilización y educación destinadas a ganaderos y alumnos de escuelas rurales del centro de Argentina.
Miles de alumnos, maestros y trabajadores rurales han participado en estas acciones destinadas a difundir los resultados de los estudios sobre la dieta y reproducción de la especie que nos ocupa.
El resultado más evidente es que el águila coronada es actualmente reconocida como parte del patrimonio natural y cultural local en gran parte de las regiones áridas que se extienden por las provincias de Mendoza y La Pampa.
El grave problema de las electrocuciones ha ganado visibilidad, lo que ha permitido aplicar medidas correctoras de tendidos eléctricos peligrosos para el águila coronada, al menos en el ámbito local.
El ahogamiento en reservorios de agua es uno de los principales factores de mortalidad para el águila coronada y también para una gran diversidad de especies silvestres en ambientes semiáridos de Argentina (foto: Beatriz Martínez-Miranzo).
En cuanto al ahogamiento de águilas coronadas en reservorios de agua, se ha podido identificar un factor de mortalidad ignorado y que afecta también a otras muchas especies silvestres, algunas también catalogadas como “En peligro de extinción”.
La instalación de rampas en los reservorios por parte de los ganaderos está haciendo disminuir significativamente esta amenaza y algunas provincias argentinas han redactado legislación específica sobre el asunto y están desarrollando estas medidas a escala regional.
Especie 'paraguas'
El águila coronada se ha convertido en una especie paraguas para la conservación de la biodiversidad en ecosistemas áridos y semiáridos de Argentina, cuya conservación beneficia también a otras muchas especies.
Mientras tanto, el Proyecto Águila del Chaco muestra el camino a seguir para la preservación de las magníficas águilas crestadas de Sudamérica.
AUTORES:
José Hernán Sarasola (jhsarasola@hotmail. com), doctor en Biología, es director del Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces en Argentina (CECARA). Beatriz Martínez-Miranzo, doctora en Biología, investiga los impactos de las infraestructuras humanas sobre la biodiversidad. Diego Gallego-García, magister en Zoología, estudia los movimientos de dispersión del águila coronada.
Nota de Redacción:
Este artículo apareció publicado en el número 436 de la revista Quercus (junio de 2022).