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Kalohipus bretunensis, huella fosilizada de un dinosaurio carnívoro (terópodo) del Cretácico Inferior, en el yacimiento de Santa Cristina (Bretún). Foto: Autores.
Kalohipus bretunensis, huella fosilizada de un dinosaurio carnívoro (terópodo) del Cretácico Inferior, en el yacimiento de Santa Cristina (Bretún). Foto: Autores.

Huellas fósiles en los yacimientos de Soria

sábado 03 de mayo de 2025, 13:20h
Cuando vemos en un museo los esqueletos fosilizados de especies ya extinguidas, tendemos a creer que constituyen la mejor prueba de su existencia. Pero muchos animales del pasado se conocen sólo por sus huellas fósiles o icnitas. Normalmente las icnitas no pueden atribuirse a un género o una especie determinada, pero sí a taxones superiores: cocodrilos, pterosaurios, tortugas, dinosaurios, aves o mamíferos. Por eso se describen como icnogéneros e icnoespecies, dejando claro que la clasificación se basa precisamente en las huellas dejadas por aquellos animales.

Por Carolina Fuentes Vidarte, Manuel Meijide Fuentes y Federico Meijide Fuentes

Un hueso fosilizado puede aportarnos numerosos datos sobre cómo era el animal al que perteneció, pero son las huellas o icnitas las que nos hablan de su comportamiento y de su relación con el medio. Una icnita solitaria nos indica cómo era el pie o la mano del animal, cuántos dedos tenía y cómo eran, si tenía uñas o membranas interdigitales o si era plantígrada o digitígrada. Un rastro de icnitas muestra el modo de desplazamiento, si el animal era cuadrúpedo o bípedo, su velocidad, si nadaba, cojeaba o era una especie solitaria. Un grupo de rastros sugiere que la especie era gregaria, que formaba grupos familiares o partidas de caza, y otras claves de su comportamiento.

Las condiciones para que se conserven las icnitas son extraordinarias, ya que deben pasar por diversos procesos durante su formación y, por supuesto, requieren mucho tiempo. Para que el paso de un animal quede impreso, el sustrato tiene que ser húmedo y plástico, como el barro, y las huellas deben perdurar al paso de otros animales o al efecto de las inclemencias climáticas. Posteriormente, ese barro debe secarse y endurecerse lo suficiente para que un nuevo aporte sedimentario lo cubra y lo proteja, acción que se repetirá a lo largo del tiempo formando una serie de estratos que se convertirán en una roca sedimentaria. Millones de años más tarde, debido a procesos tectónicos y erosivos, los estratos que formaban estas rocas dejarán al descubierto las huellas. ¡Todo un milagro geológico!

AUTORES:
Carolina Fuentes Vidarte es bióloga por la Universidad Complutense de Madrid y especialista en paleontología de vertebrados y humana. Catedrática emérita de Ciencias Naturales en enseñanzas medias, ha dedicado su vida profesional al estudio de restos directos e indirectos de vertebrados españoles del Mesozoico y el Cenozoico.
Manuel Meijide Fuentes es técnico de artes plásticas y diseño por la Escuela de Artes de Palencia. Paleoartista, investigador paleontológico y restaurador de restos fósiles, preside la asociación Amigos de los Mamíferos, los Anfibios y los Reptiles (AMAR Soria).
Federico Meijide Fuentes es biólogo especialista en medio ambiente y paleontología por la Universidad de León. Colabora en diferentes proyectos Life y es asesor científico de varias asociaciones naturalistas.

Dirección de contacto:
Manuel Meijide
manuelmeijide@hotmail.com

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