Linneo ideó en 1758 el sistema binomial para nombrar a los seres vivos empleando voces latinas o griegas latinizadas. Sin embargo, no todas las personas entendían el latín, especialmente fuera del ámbito académico. Por ello, varios países recuperaron nombres vernáculos y construyeron denominaciones comunes para acompañar a las científicas ingeniadas por el celebérrimo naturalista sueco. En el caso de los odonatos, España ha tardado dos siglos y medio en nombrar a todas sus libélulas y caballitos del diablo en castellano.
Por Carlos Zaldívar Ezquerro
No está comprobado, pero es altamente probable que Suecia, país natal de Linneo, fuera el primero en el que los naturalistas acompasaron los nombres vulgares en idioma local con los científicos universales concebidos por Carl von Linné (1707-1778). Aunque no sería hasta los años ochenta del siglo XVIII y décadas posteriores cuando las instituciones académicas generalizaran ese uso paralelo, acuñando nuevos nombres comunes junto a los científicos para popularizar especies entre el público no especializado. Fue así como nació en varios países la conveniencia de vincular los nombres vernáculos y comunes con los nombres científicos linneanos, facilitando la comunicación entre los eruditos naturalistas y la sociedad en general.
En este nuevo discurrir de la zoología –y también de la botánica–, más abierto a la ciudadanía, Alemania resultó ser de los primeros países en combinar ambas denominaciones durante los siglos XVIII y XIX. En el mundo angloparlante, el Reino Unido jugó, y aún juega, un papel clave en la creación de guías de campo y literatura naturalista con nombres comunes. Tradición británica que también cultivaron y cultivan en Estados Unidos, Canadá y Australia, en particular para las especies locales y en guías para cazadores, pescadores y aficionados a la naturaleza. En Francia, a muchos nos sonarán naturalistas y zoólogos herederos del espíritu de la Ilustración que, junto a sus rigurosas novedades académicas, preocupados por el conocimiento y la educación pública, incorporaron los nombres comunes para facilitar la identificación y la accesibilidad general a estos temas. También en Japón y China los nombres comunes tienen una larga tradición basada en observaciones culturales y prácticas medicinales.
AUTOR:
Carlos Zaldívar Ezquerro es biólogo y coautor del Atlas de distribución de los Odonatos de La Rioja. Fue cofundador de la Asociación Ecologista de La Rioja, jefe del Área de Programas de Educación Ambiental del Gobierno de La Rioja, director de la revista Páginas de Información Ambiental e investigador agregado del Instituto de Estudios Riojanos. Estudia la biodiversidad desde hace más de cuarenta años y ha publicado artículos y libros, tanto científicos como divulgativos, sobre peces, anfibios, reptiles, aves, mamíferos, odonatos, gasterópodos terrestres, árboles singulares y especies amenazadas.
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