Las representaciones más antiguas de alcas gigantes datan de unos 20.000 años atrás y son tres pinturas prehistóricas en negro de la gruta Cosquer, en los Alpes Marítimos franceses. Ciertos grabados parietales en la cueva santanderina de El Pendo y de otra en Paglicci, en la Apulia italiana, también han sido atribuidos a dicha especie, pero su esquematismo hace difícil asegurarlo. Lo mismo cabe decir del grabado que representa la cabeza de un ave de pico grande y curvo descubierto en la cueva de Creswell Crags (Inglaterra).
El alca gigante (Pinguinus impennis) fue descrita en el siglo XVII, cuando también aparecieron sus primeras imágenes seguras. En su Exoticorum, publicado en Leiden en 1605, año también de la primera edición de El Quijote, el médico y naturalista Charles de l’Écluse, más conocido como Clusius, fue el primero en hacerlo. La llamó Mergus Americanus (mergus, plural mergos, era el nombre con el que por entonces se designaba a las aves buceadoras, como colimbos, somormujos, zampullines, alcatraces, cormoranes, serretas y álcidos).
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