Mucha gente ignora la riqueza en flora y fauna que atesoran las dunas costeras. Una riqueza debida a las particulares características físicas y químicas de estos ecosistemas: el viento sopla sin barreras desde el mar y acarrea agua salina pulverizada, el grado de acidez del suelo (pH) es básico debido al calcio aportado por los restos de conchas, la lluvia lava con facilidad los escasos nutrientes y, al no haber materia orgánica que la retenga, se filtra con rapidez. Así pues, aunque no haya escasez de agua, las plantas de las dunas deben enfrentarse a un estado permanente de sequía. Por otro lado, la vegetación es escasa, el viento provoca cambios en el sustrato y el ascenso y descenso de las mareas vivas puede provocar inundaciones periódicas.
Al margen de estos factores naturales, las actividades humanas están degradando la costa gallega. El mayor problema reside en los proyectos de interés público dichas actividades turísticas e industriales
Como resultado de todo esto, muchas playas y dunas han dejado de ser enclaves inalterados y peligra tanto su flora como su fauna. Un factor asociado a la presión humana es la aparición de plantas exóticas invasoras. En sí mismas no son las malas de la película, pero el daño que provocan sobre la flora nativa y el ecosistema costero parece irreversible.
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