La anguila europea (Anguilla anguilla) podría considerarse como una especie clave en los ecosistemas fluviales de la Península Ibérica ya que hasta principios del siglo XX había sido uno de los peces más abundantes y ampliamente distribuidos en sus cuencas hidrológicas. Dado su carácter depredador y carroñero, unido al gran tamaño relativo que llega a alcanzar (hasta dos kilos de peso y setenta centímetros de longitud), posee un papel fundamental en las cadenas tróficas de ríos y humedales peninsulares. Forma parte además de la dieta de otras especies fluviales tan significativas como la nutria europea (Lutra lutra) y de aves acuáticas como ardeidas y cormoranes (1).
La anguila presenta un ciclo vital muy complejo en el que los ejemplares adultos -anguilas plateadas- realizan una migración reproductiva de miles de kilómetros hasta el mar de los Sargazos, donde una vez finalizado el evento reproductor mueren todos. Las larvas, llamadas leptocéfalas, realizan la migración de regreso hacia las costas europeas en un recorrido oceánico que puede prolongarse varios años. Ya en las zonas costeras y estuáricas estas larvas se transforman en angulas y, posteriormente, experimentarán una nueva metamorfosis para adoptar la morfología definitiva del adulto que iniciará la migración fluvial (anguila amarilla) (2).
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