Por regla general, la salamandra común es una especie ovovivípara. Es decir, las hembras no ponen huevos, sino que paren unas larvas que deben permanecer ligadas al medio acuático durante cierto tiempo hasta que completen su desarrollo. Sin embargo, al menos dos poblaciones aisladas en sendas islas gallegas han desarrollado la capacidad de ser vivíparas: las larvas metamorfosean en el interior de las hembras y los juveniles resultantes pueden vivir directamente en el medio terrestre una vez liberados.
Por Guillermo Velo-Antón y Adolfo Cordero-Rivera
Las islas son un escenario ideal para estudiar los mecanismos de adaptación y los procesos evolutivos de las especies. Reúnen una serie de condiciones bióticas (menor número de depredadores y parásitos) y abióticas (grado de aislamiento) que permiten considerarlas como un laboratorio natural y, de hecho, siguen despertando gran interés en la comunidad científica. Una característica muy importante para explicar estos procesos es la edad de las propias islas.
Los archipiélagos oceánicos más antiguos, como Galápagos, Hawai o Canarias, albergan ejemplos muy claros de procesos adaptativos y de diversificación (formación de linajes y especies) que han ido desarrollándose desde su aislamiento hace millones de años. Por el contrario, las islas continentales son más recientes, pues se formaron por la subida del nivel del mar tras el deshielo de la última glaciación, hace unos 8.000 años, aunque también han favorecido procesos de adaptación que, con el tiempo, pueden traducirse en la formación de nuevas especies. Un caso a valorar es el de las salamandras comunes (Salamandra salamandra) que habitan en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia.