Por la Asociación Española de Educación Ambiental
Si miramos hacia el siglo pasado, encontraremos el inicio de los problemas locales de contaminación ambiental (Donora, Londres, Harrisburg, Seveso…), que irían ampliando su influencia, como en el caso de la lluvia ácida, hasta llegar a los problemas globales que se iniciaron cuando la capa de ozono comenzó a reducirse. Desde entonces se ha mantenido este perfil con los impactos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad de la que, en buena medida, deriva la pandemia bajo la que nos encontramos.
La relación de la degradación ambiental con la COVID-19 (y, en general, con la propagación de virus y patógenos) se ha ido poniendo más de manifiesto al observar la deforestación, el comercio de animales, las granjas intensivas o la contaminación atmosférica. Parece que no fuimos capaces de aprender de las primeras señales y ahora nos sentimos en riesgo, agravado por el deterioro ambiental: el cambio climático puede contribuir a la propagación de nuevas y antiguas infecciones.
Desde la educación ambiental creemos importante realizar un esfuerzo formativo para que la población comprenda que estas plagas no son casuales. Que están relacionadas con nuestro estilo de vida, consumista, acelerado y de fuerte impacto sobre el medio. Que es preciso cambiar para vivir con más sosiego, primando el ser sobre el tener, el sentido frente a la confusión, los valores sobre la indiferencia. Que debemos vigilar para que nada de lo humano nos resulte ajeno, y nuestros gobiernos acuerden Protocolos que eliminen mundialmente las malas prácticas, como las generadoras de zoonosis, y apoyen los Convenios protectores de la biodiversidad y el clima.
Y todo dentro de una economía al servicio de las personas, donde el trabajar menos, ganar menos, gastar menos, nos conduzca al descubrimiento y disfrute de otras realidades más reflexivas, convivenciales y respetuosas.
La naturaleza puede ser nuestra gran protectora y la mejor tecnología frente a los temidos patógenos. Es necesario que en escuelas y centros de adultos, en medios de comunicación y asociaciones, en la ciudad y en el campo se transmitan las lecciones derivadas de esta crisis, pues nada habría más inútil que salir de ella sin criterio. Estamos ante una oportunidad para elegir la vida buena, con valores y compromiso, desde lo sencillo, pero con ideales y horizontes. El futuro está abierto y, aunque incierto, todavía puede ganarse. El momento es ahora, de lo contrario una próxima crisis podría dañarnos de forma definitiva.