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Dudas sobre la utilidad de los controles de gaviota patiamarilla

Adiós al mito de las gaviotas malas

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
¿Son las gaviotas patiamarillas tan malas como las pintan? ¿Sirven para algo y están justificados los descastes que pretenden controlar sus poblaciones? Estas aves tienen el sambenito de problemáticas, por acosar o depredar sobre otras, incluidas algunas bendecidas desde la óptica de la conservación como la gaviota de Audouin. Pero profundizar en los tópicos más consolidados sobre estas especies depara más de una sorpresa.
En los años sesenta se rodaban en el desierto de Almería lo que se vino a llamar spaguetti westerns, producciones de bajo coste que perseguían el filón cinematográfico que para Hollywood supusieron las películas de vaqueros. Una de las mejores fue “El bueno, el feo y el malo”, donde los protagonistas, a pesar de su disparidad, buscaban exactamente lo mismo: dinero.

Ni el bueno era tan bueno, ni el malo acaba siendo tan malo, mientras que el feo, al que por el hecho de serlo se le supone también malo (claro está), resulta ser muy parecido a los otros. El film de Sergio Leone me da pie para contar una historia análoga en biología de la conservación, que demuestra hasta qué punto los mitos se instalan en la ciencia y perduran sin que nadie haya demostrado nunca de manera rigurosa la realidad de esos dogmas de fe.

El protagonista de esta historia es la gaviota patiamarilla (Larus michahellis), una especie de nuestra fauna que luce, sin saberlo, la etiqueta de mala. En nuestros catálogos de fauna vertebrada son pocas las especies que pueden presumir de este dudoso honor. Casi todas gozan de una magnífica reputación en virtud de su protección legal y, en muchos casos, estatus de amenaza.

En 2003, el Servicio de Protección de Especies (Consejería de Medio Ambiente) del Gobierno balear organizó en Palma de Mallorca una reunión técnica sobre la gaviota patiamarilla, donde se presentaron las experiencias de gestión que se llevaban a cabo en diferentes comunidades autónomas. Me sorprendió ver la unanimidad que había en cuanto a su condición de especie plaga, molestias a diferentes sectores sociales e impacto sobre la fauna (buena) sintópica (que vive en el mismo lugar al mismo tiempo), básicamente aves acuáticas.

Manejando estos argumentos, no había discrepancias en cuanto a la necesidad de controlar a la gaviota patiamarilla. No tengo mucho que decir con respecto a los efectos que esta ave causa en puertos y ciudades. Pero he dedicado los últimos veinte años de mi vida a estudiar la comunidad de laro-limícolas que se reproduce en algunas marismas e islas del Mediterráneo español. El privilegio de muchas horas de trabajo de campo me ha permitido observar de manera directa muchos, si no todos, efectos que se exponen como justificación para el control de la gaviota patiamarilla.

Es decir, que puedo decir que todo lo que se dice de ella es bien cierto: depreda sobre otras especies, y no sólo sobre los nidos (pollos y huevos) sino también sobre adultos, cleptoparasita el alimento, compite (en ventaja, por tamaño y agresividad) por el espacio y se alimenta de un recurso alimenticio abundante, los vertederos. O sea, que es simple y llanamente lo que llamamos un depredador, y además oportunista, tal y como consideramos a un tiburón marrajo, un delfín, una garduña o un águila real.

Aprovechando estas comparaciones, me permito recordar al lector que los milanos, los lobos, las águilas calvas o los osos comen también en los vertederos (hasta un 40% de su dieta); que las orcas depredan sobre especies de delfines y nutrias marinas amenazadas; que los leones o los mismos osos son cleptoparásitos consumados; o que en las ciudades, para satisfacción de todos, estamos reintroduciendo a los halcones peregrinos para controlar las palomas, cometido que ya cumplen las gaviotas.

Retomando el hilo de la reunión de Palma de Mallorca, recopilé todas las especies que, según mis propias observaciones, han sido víctimas de cleptoparasitismo o depredación por parte de gaviotas patiamarillas. La lista es larga, con casi medio centenar de especies, y sin duda no incluye interacciones con muchas otras que el azar se ha empeñado en escondernos. Aún así, encontramos en mi lista aves (incluyendo rapaces y especies de gran porte como el flamenco), reptiles, mamíferos y, por supuesto, la propia gaviota patiamarilla.

La bibliografía científica acerca del impacto de la gaviota patiamarilla sobre otras especies alcanza los setenta artículos, a los que podemos añadir una veintena de documentos técnicos como los referidos a la Directiva de Aves de la Unión Europea. Sin embargo, sólo un 30% de estos artículos cuantifican de una u otra manera estos impactos, por ejemplo estimando las tasas de depredación de nidos por unidad de tiempo. Y además, la mitad de estos artículos se ha centrado en los efectos sobre una de las especies más guapas de todas las posibles en este escenario: la gaviota de Audouin (Larus audouinii). Endémica del Mediterráneo, amenazada y con el 90% de sus efectivos mundiales en España, está considerada una especie bandera para la conservación de los ecosistemas costeros e insulares mediterráneos. Por cierto, de los trabajos con evidencias cuantitativas, sólo dos llegan a la conclusión de que las tasas son altas comparadas con lo publicado en la literatura científica existente.
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