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La tardía achicoria

Por J. Ramón Gómez Fernández

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El uso más conocido de la achicoria es como sucedáneo del café en épocas de carestía. Pero es una planta sorprendente y austera, que en su sencillez esconde otras virtudes gastronómicas, medicinales y hasta legendarias.

Al final del estío cunetas, descampados, eriales y todos aquellos espacios que engloban esos “paisajes fronterizos” se encuentran en su momento más decadente. Fue en estos espacios de transición donde se recrearon las múltiples hierbas mientras duró el clima primaveral y ahora dan paso a un sosiego peor entendido pero igualmente bello. La falta de agua y las altas temperaturas desencadenan el estiaje típico del clima mediterráneo. Es entonces cuando un homogéneo color pajizo conquista estos ecotonos urbanos.

Pero entre las numerosas hierbas secas destaca la presencia de unas abundantes y llamativas flores azules. Planta que localizaremos por toda la península Ibérica llamada amargón, almirón, camarroya, amarga, mastagueres, husillo o redicha; aunque, probablemente, su nombre más popular sea el de achicoria.

Toda una estratega
Es la achicoria (Cichorium intybus) planta vivaz y de aspecto ramoso, que puede sobrepasar el metro de altura si el suelo es profundo y fértil. Sus hojas son escasas, localizadas sobre todo en una roseta basal, y muy divididas. Las flores se distribuyen aisladas por toda la planta en capítulos de 2 a 4 centímetros. Su azul luminoso, ocasionalmente blanco, resulta muy atractivo para las abejas. Pero, como otras especies de la familia de las Compuestas, los polinizadores deberán adaptarse a los estrictos horarios de la achicoria. Tan sólo mostrará sus flores en los momentos más favorables del día, eludiendo el rocío y la lluvia. Para ello emplea las lígulas (falsos pétalos) de las flores perimetrales como protección. De tal forma que las inflorescencias se abren a primera hora de la mañana para volverse a cerrar al atardecer; un día nublado será tiempo de descanso y evitará su apertura durante toda la jornada. De esta forma, el valioso polen no será dispersado inadecuadamente por el agua y otros agentes indeseados.

Bibliografía

(1) Velasco Santos, J.M. (2009). Guía de plantas útiles y perjudiciales en Castilla y León. Caja Duero. Salamanca.
(2) Ducerf, G. y Thiry, C. (2003). Les plantes bio-indicatrices. Promonature. Briant (Francia).
(3) Tardío, J. y otros autores (2002). Alimentos silvestres de Madrid. Real Jardín Botánico, Comunidad de Madrid y Ediciones La Librería. Madrid.
(4) Laguna, A. (1999). Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la Materia Médica Medicinal y de los Venenos Mortíferos. Edición facsímil. Biblioteca de Clásicos de la Medicina y de la Farmacia Española. Madrid.
(5) López Muñoz, F. y Álamo, C. (2007). El Dioscórides de Andrés Laguna en los textos de Cervantes: De la Materia Medica al universo literario. Anales Cervantinos, 39: 193-217.
(6) Font Quer, P. (1993). Plantas medicinales. El Dioscórides renovado. Labor. Barcelona.
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