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Resultados de un experimento de campo en Sierra Nevada

Dos años y medio después del incendio de Lanjarón (Granada) empezaron a caerse los árboles quemados que no habían sido cortados. Al cabo de cuatro años no quedaba casi ninguno en pie (foto: Jorge Castro).
Dos años y medio después del incendio de Lanjarón (Granada) empezaron a caerse los árboles quemados que no habían sido cortados. Al cabo de cuatro años no quedaba casi ninguno en pie (foto: Jorge Castro).

Qué hacer con los árboles quemados tras un incendio forestal

domingo 31 de julio de 2016, 22:33h

Después de un incendio forestal, lo habitual es extraer por completo la madera quemada. Sin embargo, se elimina así un legado biológico que aporta complejidad estructural y nutrientes al suelo, modifica las condiciones microclimáticas, proporciona hábitat a numerosas especies y, por consiguiente, favorece la regeneración posterior al fuego. Tras el incendio de Lanjarón en 2005 se establecieron unas parcelas experimentales para analizar el efecto de la saca de madera sobre diversos aspectos del funcionamiento del ecosistema. Resumimos aquí los resultados de un estudio de diez años de duración con la esperanza de que resulten de interés para gestionar otras zonas incendiadas.

Por Jorge Castro, Alexandro B. Leverkus, Javier Navarro y José Ramón Guzmán

Tras un incendio forestal el paisaje queda dominado por los árboles quemados, generalmente en pie, que constituyen el punto de partida para cualquier labor de restauración del ecosistema perturbado. Con frecuencia la gestión posterior al incendio incluye la retirada de la madera quemada, lo que se considera una medida necesaria para restaurar la zona. Sin embargo, hace algo más de dos décadas empezaron a estudiarse con detalle los efectos de la saca y muchos resultados apuntaron ya a que esta estrategia no debía ser aplicada de forma sistemática.

En septiembre de 2005 se produjo un incendio en Lanjarón (Granada), dentro del Parque Nacional de Sierra Nevada, que afectó a unas 1.300 hectáreas de pinares de repoblación. Meses más tarde tuvimos la oportunidad de establecer unas parcelas experimentales para analizar el efecto de la saca sobre diversos aspectos del funcionamiento del ecosistema, lo que ha permitido realizar un estudio a largo plazo que incluye tres posibles tratamientos de la madera quemada: la habitual saca con métodos convencionales, la no intervención (los árboles quedaron en pie y no se hizo nada tras el incendio) y, en tercer lugar, un tipo intermedio de gestión que consistió en tumbar el 90% de los árboles quemados, pero dejando toda la biomasa in situ, sobre el terreno. El diseño del estudio preveía replicar los tratamientos a distintas cotas altitudinales, lo que nos ha permitido probar con rigor experimental sus efectos sobre diversas variables relevantes para la regeneración, la gestión y el funcionamiento del ecosistema.

Este contenido es un resumen / anticipo de una información cuyo texto completo se publica en la revista Quercus, tanto en su versión impresa como digital

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