La apabullante manzanilla loca

A veces, como en este mismo año, la primavera resulta ser más remolona de lo habitual y se retrasa algunas semanas sobre lo establecido en el calendario oficial. Mientras tanto, muchas de las hierbas esperan pacientemente una leve señal, como el aumento de la humedad, la temperatura o las horas de luz, para resurgir de la tierra y comenzar su particular andadura. La llegada de esas ansiadas indicaciones desatará un vertiginoso crecimiento, pues es ahora cuando se hace notar toda esa energía contenida durante el invierno. Cualquier terreno se verá envuelto en ese contagioso arrojo vegetal. Será indiferente el lugar, desde las acorraladas fisuras del asfalto urbano, hasta los abandonados vertederos, pasando por escuálidos jardines urbanos, cualquier lugar se verá contagiado por un estallido de colorido y diversidad. Todo sucede muy de prisa, como si las plantas quisieran recuperar el tiempo perdido.

Pero ¿cuál es el motivo de tanta ligereza botánica? No existe otra razón que la limitada primavera del clima mediterráneo. Es bien sabido que tras estos días de clima benigno y abundantes recursos, pasadas unas pocas semanas, la fuerte subida de las temperaturas hará escasear el agua acumulada en el suelo durante el invierno. Para entonces, todas las hierbas tendrán que haber completado su ciclo. En el estío terminarán de madurar las últimas semillas, para desprenderse luego de sus progenitores, ya secos, y dormitar en el suelo hasta el próximo año. El tiempo es oro.

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El rasgo más llamativo de la manzanilla loca (Anacyclus clavatus) es su abundante floración, capaz de atraer a innumerables insectos polinizadores.