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Fuentes de biodiversidad

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El conocimiento de la biodiversidad se ha convertido en los últimos años
en una de las principales prioridades ecológicas. Su estudio en
el litoral mediterráneo nos plantea un interesante enigma
que puede darnos pistas para entender el origen
de la diversidad biológica.
“¡Qué delicioso día! Pero la palabra delicioso es harto débil para expresar los sentimientos de un naturalista que por vez primera vaga por un bosque brasileño. Llénanme de admiración la elegancia de las hierbas, la novedad de las plantas parásitas, la hermosura de las flores, el verde deslumbrante del follaje; pero, por encima de todo, el vigor y esplendor general de la vegetación. Extraña mezcla de rumores y de silencio reina en todas las partes cubiertas de bosque. Los insectos hacen tal ruido, que puede oírseles desde el barco, anclado a varios centenares de metros de la costa; sin embargo, en el interior de la selva parece imperar universal silencio. Todo el que ame a la Historia Natural siente en un día como este un placer y un júbilo más intensos de lo que puede prometerse experimentar de nuevo.”
La misma emoción que experimentó el joven Darwin cuando se internó por primera vez en la selva brasileña, embarga hoy día a cualquier naturalista al sumergirse bajo el dosel de un bosque tropical. Y es que tales parajes evocan la imagen de una alfombra verde infinita, recortada aquí y allá por ríos serpenteantes, territorios prístinos no hollados por el hombre blanco, tribus de indígenas ancladas en la edad de piedra, legiones de plantas e insectos innominados, felinos de esbelto talle y mirada penetrante... La selva nos sugiere eso y mucho más, pero si tuviéramos que resumir con una sola palabra todos los aspectos que encarna, un buen candidato sería el término “biodiversidad”.

Puntos calientes
de biodiversidad

Parece ser que fue el ecólogo Edward O. Wilson el primero que utilizó este término a principios de los noventa y pronto gozó del favor de la opinión pública y de los medios científicos. Ya entonces se hacía urgente conocer la biodiversidad de cada ecosistema del planeta para mejorar su gestión y evitar que un número creciente de especies desapareciese antes de ser descritas por la ciencia. En medio de todo este fragor conservacionista, los ecólogos Norman Myers y Russ Mittermeier publicaron en el número del 24 de febrero de 2000 de la revista Nature un sorprendente cálculo según el cual más de un tercio de las plantas y vertebrados terrestres se encontraban confinadas en un espacio menor al 2% de la superficie del globo. Myers llamó a estas zonas “puntos calientes” (hotspots). Concretamente, delimitaron 25 puntos calientes que, si bien ocupan en total el 1’4% de la superficie del planeta, contienen el 44% de las especies vegetales y el 35% de los vertebrados terrestres. “No los designamos por los tigres o por los gorilas, sino por todo el ecosistema”, afirma Myers. “Donde hay concentración de plantas medra el resto de los seres vivos.”
En palabras de los investigadores implicados, la cuenca mediterránea y los Andes tropicales son valorados como “candidatos hipercalientes para políticas conservacionistas (dada su) excepcional riqueza en plantas endémicas: 13.000 y 20.000, respectivamente”. Dentro de la península Ibérica son especialmente ricas en biodiversidad las provincias de Alicante, Murcia, Albacete, Almería y Granada, con Sierra Nevada como enclave destacado por su carácter de isla ecológica. Sin duda sorprenderá a más de uno que la manifiesta aridez de toda esta zona esconda un tesoro ecológico insospechado.

El enigma de los limonios
Al margen del interés puramente conservacionista, el estudio de la biodiversidad nos sorprende con una buena batería de interesantes enigmas. Dejemos para mejor ocasión cuestiones tales como el límite de los cinco bits por individuo o el principio de San Mateo, para centrarnos en un caso intrigante vinculado a nuestros pagos. Si durante estos meses de estío paseamos por algunas de nuestras costas, posiblemente nos encontremos con dos plantas muy comunes del litoral, el hinojo marino (Crithmum maritimum) y los limonios (género Limonium). En su obra El litoral mediterráneo español (1), Llobera y Valladares llaman la atención sobre el hecho de que ambos géneros están especializados en un ambiente semejante, las rocas influidas por la salinidad y la fuerza del viento, hasta el punto de que los fitosociólogos han encuadrado este tipo de vegetación en la clase Crithmo-Limonietea. Y, sin embargo, pese a tal semejanza en cuanto a requerimientos ecológicos y abundancia, la diversidad de ambos es radicalmente distinta: mientras que hay una única especie de hinojo marino, los limonios se cuentan por cientos, 44 sólo en la Península y Baleares. Lo que lleva a estos autores, y a nosotros con ellos, a preguntarse por qué tal disparidad entre dos plantas tan semejantes.

Mecanismos de especiación
Para ayudarnos en nuestra búsqueda será útil conocer la explicación que da la ciencia al origen de la biodiversidad. Si alguien se anima a leer, en busca de respuestas, las casi quinientas páginas de El origen de las especies de Darwin, probablemente se lleve un chasco. Esta obra toca todo tipo de temas relativos a la evolución, excepto los referidos al propio título. Ya en 1922 el genetista británico William Bateson se hacía eco de esta deficiencia cuando escribía que “En líneas generales, la evolución es de sobra evidente. Pero ese particular y esencial trocito de la teoría de la evolución relacionado con el origen y naturaleza de las especies sigue siendo un completo misterio.” Años después el profesor Ernst Mayr, de la Universidad de Harvard, considerado por el New York Times como “el Darwin del siglo XX”, abundaba en esta misma idea al escribir que “el libro llamado El origen de las especies no se ocupa realmente de ese tema” y se aplicó, con buen criterio, a solventar dicha deficiencia.

Mayr suponía que la especiación se produce cuando se interrumpe el flujo genético entre dos poblaciones de una misma especie. En 1942 propuso el mecanismo conocido como “especiación alopátrica o geográfica”, según el cual, si tenemos un acervo genético continuo en el espacio, que se interrumpe por una barrera geográfica o ecológica (por ejemplo, una sabana que separa dos superficies boscosas), se cortará el flujo de genes entre ambas poblaciones y evolucionarán de forma divergente. Si al cabo del tiempo (pongamos algunos miles o millones de años) la barrera desaparece y las dos poblaciones vuelven a mezclarse, cabe la posibilidad de que las divergencias evolutivas impidan el restablecimiento del flujo genético. En ese caso las dos poblaciones no se podrán cruzar, lo que favorecerá la aparición de mecanismos de aislamiento reproductivo y finalmente la formación de una nueva especie.

Durante los últimos años se han ido proponiendo nuevos mecanismos de nombres altisonantes, todos ellos con la interrupción del flujo genético entre dos poblaciones de una misma especie como elemento común. En el caso de la “especiación parapátrica”, por ejemplo, no hay una separación geográfica completa de las poblaciones, sino que ambas se solapan. Pero, aunque en la zona de contacto ambas puedan hibridarse, la reducción en la eficacia biológica de los híbridos conducirá a la formación de dos especies separadas. La “especiación estasipátrica”, por su parte, ocurre cuando se produce una mutación o reordenación cromosómica, que hace que aumente la eficacia biológica de alguna región contigua a aquella en la que está la población original. Este cambio genético actúa como una barrera y es responsable de la inviabilidad de los híbridos entre la población inicial y la que sufre la mutación. Por último, en la “especiación simpátrica” las poblaciones se especializan en nichos ecológicos distintos, lo que conduce, igualmente, a una interrupción del flujo genético entre ellas.

Nuevo reto
Como ya apuntamos antes, el reto de este mes consiste en explicar la notable disparidad que existe entre la diversidad de los géneros Limonium y Crithmum, ya sea recurriendo a cualquiera de los mecanismos que la ciencia nos facilita o improvisando alguna explicación novedosa. En el primer caso tendremos que averiguar qué circunstancia ha impedido el flujo genético en las distintas poblaciones de limonios y ha generado tanta biodiversidad. Y, también, por qué este mismo mecanismo, u otro en su defecto, no ha actuado en los hinojos marinos. ¿Se encontrará, tal vez, en los humildes limonios de nuestras costas la respuesta a una de las grandes cuestiones abiertas de la ecología?

Dirección de contacto: José Gabriel Segarra · Instituto de Enseñanza Secundaria La Melva · Avda. de La Melva, 7 · 03600 Elda · Alicante · Correo electrónico: josegsegarra@yahoo.es
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