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La Vega de Carmona, en la provincia de Sevilla, en una panorámica tomada desde Mairena del Alcor (foto: Carlos Tena).
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La Vega de Carmona, en la provincia de Sevilla, en una panorámica tomada desde Mairena del Alcor (foto: Carlos Tena).

Las fotovoltaicas y el futuro de la estepa cerealista: la Vega de Carmona

domingo 01 de mayo de 2022, 13:03h

La Vega de Carmona albergará una de las principales concentraciones de parques fotovoltaicos de Andalucía. En sus llanuras agrícolas, de gran interés paisajístico, vive una muy diversa comunidad de aves esteparias, entre otros valores naturales. ¿Qué pasará con todo esto cuando miles de hectáreas queden tapizadas por las placas solares?

Por José Prenda

La Vega de Carmona, en la provincia de Sevilla, es una enorme extensión de suelo maravillosamente productivo, cubierta de reluciente trigo maduro de la mejor calidad, a los pies de una atalaya singular que hace que desde Carmona se goce de una de las más hermosas vistas del mundo, como afirmó Doré.

Una fértil campiña en una despoblada y prodigiosa llanura, de esas donde no se ve en kilómetros ni una casa ni un árbol. Ni, de momento, una sola placa fotovoltaica, ese ingenio prodigioso que va a posibilitar que trunquemos la curva creciente de la temperatura planetaria, como hicimos con la de la mortalidad humana gracias a la vacuna de Pasteur (y ahora estamos haciendo con las de Pfizer y otras).

La Tierra está sufriendo una pandemia ambiental de dimensiones colosales, cuyo síntoma o consecuencia principal es el cambio climático, propagado, además, a un ritmo –geológico– galopante. ¿Qué hacer, entonces, para guardar la belleza de un paisaje único, causado por la acción humana ancestral, riquísimo en especies fascinantes, y la necesidad imperiosa de corregir el destino impuesto al planeta por esta misma acción humana, que de no cambiar nos ha de condenar a una vida mísera, pobre en seres, totalmente distinta de la que hemos
venido conociendo hasta ahora?

Las tres grandes amenazas
Declarado Paisaje Sobresaliente de Andalucía, la Vega de Carmona, estepa cerealista desde antes de los romanos, es un auténtico santuario de la biodiversidad más singular y amenazada, con más de doscientas especies de aves registradas. No por casualidad ha sido reconocida como Área Importante para las Aves (IBA) por SEO/BirdLife y Zona de Aplicación del Programa de Actuación del Plan de Recuperación y Conservación de las Aves Esteparias en Andalucía (Zaprae) por la Junta de Andalucía.

Hasta 25 especies pertenecientes al singular gremio de las aves esteparias viven en el lugar. Destacan por su abundancia el cernícalo primilla (Falco naumanni), la calandria (Melanocorypha calandra) y la terrera común (Calandrella brachydactyla). También hay poblaciones reproductoras importantes, algunas en serio declive, de canastera (Glareola pratincola), alcaraván (Burhinus oedicnemus), aguilucho cenizo (Circus pygargus), sisón (Tetrax tetrax), carraca (Coracias garrulus) y avutarda (Otis tarda). Además, es lugar de paso obligado para decenas de especies de aves migradoras.

Además, la Vega de Carmona cuenta con una riqueza de mamíferos salvajes inusitada para tan poco hábitat, también de reptiles e incluso de anfibios, aún sin haber sido ninguno de estos grupos faunísticos objeto de estudios específicos.

Pero la zona está sometida a tres grandes amenazas que comprometen seriamente su futuro como ecosistema agrario de gran valor: la industrialización agrícola impulsada por la PAC, el crecimiento descontrolado del olivar superintensivo y el desarrollo masivo previsto, sin planificación, de la energía fotovoltaica. Las tres son comunes a grandes territorios cultivados de Andalucía y condicionarán la biodiversidad ibérica a corto y medio plazo.

Sólo la intensificación agraria ha sido motivo suficiente para desencadenar una comprobada cascada de efectos negativos en otras tierras de cultivo. Si a esto sumamos los otros dos factores y las sinergias que entre los tres se establezcan, me pregunto: ¿Qué hemos de esperar que ocurra? ¿Dónde quedará esta fauna, singular, incluso endémica, propia de ecosistemas semiáridos cultivados?

Optimismo fuera de lugar
Algunos medios de comunicación han definido a Carmona como la futura capital española de la energía solar, donde se prevé instalar en el plazo de dos años más de treinta parques fotovoltaicos con 1.300 megavatios, la mitad de la potencia prevista en toda Andalucía. También Arahal, Alcalá de Guadaira o Marchena tienen ya grandes instalaciones o proyectos aprobados de parques fotovoltaicos.

La energía que ha de salvar al planeta, la que tiene que frenar el cambio climático (el más poderoso agente de extinción promovido por una especie biológica), arranca siendo igualmente candidata a convertirse en uno más de la lista de los factores antrópicos que causan pérdidas significativas de biodiversidad. En lugar de planificar para minimizar costes ambientales, de promover el autoconsumo y de evitar daños gratuitos a especies y hábitats, todo queda fiado a la autorregulación del sistema económico imperante.

La comunidad científica se ha manifestado con rotundidad. Las renovables en España amenazan a la biodiversidad, tal y como advirtieron un grupo de investigadores españoles a finales del año 2020 en Science [https://bit.ly/3u9Zsvt].

De entrada, un asunto está claro: el hábitat en origen agrario, como en el caso de Carmona, tierra calma muy propicia y valiosa para la fauna esteparia, se transformará y adquirirá nuevas propiedades derivadas de la cobertura de las placas, del vallado perimetral de las instalaciones, de la creación de tendidos eléctricos para evacuar la energía producida y de la nueva gestión del suelo, que dejará de cultivarse y precisará de medios para controlar la vegetación espontánea que crezca bajo los paneles fotovoltaicos. Algunos, los más interesados, promotores y gestores, también los responsables políticos muy favorecidos por este súbito maná, pretenden hacernos creer que estas instalaciones no tendrán impacto ambiental negativo. Este optimismo no se sostiene científicamente y los interrogantes que esto plantea son legión. ¿Qué efecto tendrán estas novísimas instalaciones sobre el comportamiento de las aves? ¿Cómo cambiará la avifauna, su riqueza y composición? ¿Se aclimatarán y serán capaces de completar las aves el proceso reproductor en ellas? ¿Qué especies tolerarán las instalaciones fotovoltaicas y cuáles desaparecerán?

Surgen demasiadas dudas
Con la información que se posee parece difícil que especies singulares, de tamaño medio o grande, de conducta retraída, muy sensibles a las molestias humanas, vayan a soportar la presencia de parques fotovoltaicos de cientos o miles de hectáreas. ¿Pero qué pasará con las especies de menor tamaño, como los aláudidos, el alma de la estepa cerealista? ¿Y con otras no esteparias que explotan el medio cultivado, como las águilas imperial (Aquila adalberti), perdicera (Aquila fasciata) y culebrera (Circaetus gallicus)? ¿Qué ocurrirá con otros vertebrados?

Demasiadas dudas. Algunos agricultores emplean como espantapájaros discos compactos de 120 milímetros de diámetro colgados de un palo. ¿Cubriremos nuestros campos de artilugios gigantes que masivamente disuadan a las aves de utilizar este territorio?

AUTOR
José Prenda es catedrático de Zoología en la Universidad de Huelva, donde enseña Biología de la Conservación y donde ha sido promotor y director del Máster Oficial en Conservación de la Biodiversidad. En la actualidad se interesa por la avifauna de los espacios agrarios.

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