Por Javier Barona, Josep Puentes y José Manuel Gracia
En una soleada mañana del mes de marzo nos llega un sonoro y repetitivo tamborileo desde los profundos pinares. Acercándonos cautelosamente a través del bosque conseguimos ver por fin a nuestro protagonista. Un ave casi del tamaño de una corneja, completamente negra a excepción de un vivo capirote rojo, se encuentra posada en un tronco seco de pino en la cresta de la montaña. Golpea insistentemente con su fuerte pico y parece proclamar su territorio o quizá esté llamando a su pareja para iniciar el ciclo reproductivo. Se trata, naturalmente, de un pito o picamaderos negro (Dryocopus martius), una especie de pájaro carpintero propia de los bosques templados y boreales del centro y el norte de Europa. Hasta tiempos recientes, su presencia en la Península Ibérica se circunscribía prácticamente a los Pirineos y la Cordillera Cantábrica, aunque en las tres últimas décadas ha colonizado extensas regiones de los Montes Vascos y el Prepirineo (1, 2).