Opinión

La agrobiodiversidad, ese rico patrimonio de la humanidad que incluye las prácticas y conocimientos tradicionales asociados a los cultivos, debe dejar de ser la Cenicienta de la conservación, entre otras cosas para garantizar la seguridad alimentaria de la población mundial en el futuro. Países como Perú empiezan a dar interesantes pasos en este sentido.

A poco que indaguemos, descubriremos el factor humano tras la mayoría de las invasiones biológicas. Hablando de plantas, no somos conscientes de cuánto ha favorecido el abandono del medio rural a numerosas especies exóticas antes manejadas por estar consideradas como útiles y hoy en día en descontrolada expansión.

La Vega de Carmona albergará una de las principales concentraciones de parques fotovoltaicos de Andalucía. En sus llanuras agrícolas, de gran interés paisajístico, vive una muy diversa comunidad de aves esteparias, entre otros valores naturales. ¿Qué pasará con todo esto cuando miles de hectáreas queden tapizadas por las placas solares?

En caso de aprobarse, la planta solar fotovoltaica de ubicación prevista en el Parque Regional del Sureste supondría la renuncia absoluta a la conservación de los valores naturales que motivaron la creación de este emblemático espacio protegido de la Comunidad de Madrid.

En Quercus se publicó recientemente un artículo sobre la avutarda en Villafáfila (Zamora). Como asiduos visitantes de la zona los autores se preguntan si el declive local de la especie que describe el artículo es real o si, por el contrario, las avutardas de Villafáfila muestran una dinámica positiva, hasta el punto de servir de fuente de aves en el entorno de esta reserva natural.

Con casi ochenta años Salvador Filella sigue estando considerado como el gran referente del estudio y la defensa de las aves en Cataluña, aún siendo uno de esos naturalistas que ni han sido famosos ni han publicado mucho. El homenaje que le han hecho sus amigos y discípulos es más que merecido.

Los últimos sapos de espuelas de la costa andaluza, refugiados en una finca malagueña, podrían estar sentenciados por la amenaza urbanística. Salvar esta población sería una oportunidad única para poner en valor los hábitats y especies que aún quedan en el litoral más transformado.

La creación de un Parque Nacional en los Monegros corre camino de convertirse en una de esas aspiraciones nunca cumplidas. Sin embargo, con esta figura de protección se multiplicarían no sólo las expectativas de conservación para un hábitat tan singular como la estepa. También se abrirían nuevas posibilidades de desarrollo de esta olvidada comarca aragonesa.

En 2015 la UNESCO creó la Red Mundial de Geoparques. Este reconocimiento a los lugares más selectos del patrimonio geológico era la condición para declarar los geoparques españoles como espacios protegidos. Más de cinco años después, siguen en un limbo jurídico que es un coladero para macroproyectos destructivos.